Capítulo IV

    Author: Todos Zombies Genre: »
    Rating

    Al verlo, Andrea se asustó. No podía creer que aquello que tenía el gato en el hocico fuera un dedo y mucho menos que ese dedo tuviera algo que se le hacía familiar, un anillo. Quiso dar unos pasos para convencerse de que estaba equivocada, de que el anillo no podía ser el mismo que ella conocía, pero al hacerlo, aquel gato beige con manchas negras emitió un maullido de amenaza y salió corriendo rápidamente con el dedo entre el hocico. Andrea se fue tras de él. Pudo ver como entraba a una de las habitaciones  pero al llegar ahí no encontró nada. Ni un gato, ni un dedo, ni un anillo.
    Sin saber por qué, Andrea llamó a su mamá.

    -¿Mamá?-

    Silencio. Andrea salió de la habitación donde se encontraba y se quedó parada a mitad del pasillo buscando al gato entre las esquinas de aquella lúgubre casa. A pesar de que el sol todavía no se ponía, el pasillo estaba oscuro. Clap, clap, clap. Escuchó ruido en la recámara de su mamá.

    -¿Susana?- ...pero tampoco recibió respuesta de su hermana.

    De nuevo escuchó un ruido. Andrea caminó con desconfianza hacia la habitación. La puerta estaba abierta. Al entrar a la habitación vio las pequeñas huellas en la alfombra gris que se dirigían a la cama. El miedo la invadió. Andrea se inmutó.  Encima de la cama con edredón naranja estaba el gato beige con manchas negras y ojos azules, al lado de él yacía un cuerpo. Un cuerpo que al igual que el anillo, conocía. Un cuerpo que no podía confundir con otro. No era necesario dar más pasos para convencerse de que ese cuerpo sin vida, flagelado y con manchas de sangre era el de ella.

    Sus piernas parecían estar fijadas al piso. Su mirada en aquella escena inverosímil.

    El gato observó a Andrea pero sólo pudo hacer una cosa ante esto, lamer la sangre del cuerpo.

    Andrea salió corriendo. Trato de cerrar la puerta de la habitación para no seguir viendo aquel suceso, pero no la jaló con la suficiente fuerza como para que se cerrara. La dejó entreabierta. No tenía fuerzas para correr ni mucho menos para cerrar también la puerta de la casa así que no trato ni siquiera de hacerlo. Bajo las escaleras, agitada, con miedo, incrédula de lo que había visto.

    Al llegar al pórtico del edificio y salir hacía la calle, Andrea se detuvo. Ya no estaba agitada, no tenía miedo, ni mucho menos estaba incrédula. Solo quería caminar, así se sentía libre, podía pensar e imaginar. Disfrutar de la puesta de sol. Caminar por las calles un tanto solitarias del vecindario.

    Apenas eran las seis y ya estaba oscureciendo cuando Andrea sintió las inmensas ganas de regresar a su casa. No sabía cómo hacerlo. Debido al trabajo de su mamá se habían mudado varias veces. No sabía su dirección para tomar un taxi. Siguió caminando hasta que encontró el edificio donde estaba su casa. Subió las escaleras. Extrañamente vio la puerta abierta. Entró.


    Leave a Reply

    Blogroll